mayo 17, 2008

El Magdalena Medio y la crisis alimentaria

CRISIS MUNDIAL DE ALIMENTOS: UN TSUNAMI SILENCIOSO ESTÁ LLEGANDO AL MAGDALENA MEDIO

Néstor J. Mendieta,
Corporación Obusinga,
Mayo 12 del 2008

Hace pocas semanas, los medios de comunicación publicaron el parte de tranquilidad enviado a la ciudadanía por un alto funcionario del gobierno con respecto a la crisis mundial de alimentos: “Colombia está blindada contra la crisis” fue la expresión utilizada por el personaje en cuestión. Sin entrar a discutir la veracidad de tal afirmación, cabe preguntarse si, al igual que Colombia, el codiciado y rico Magdalena Medio también estará blindado contra el hambre.

En ese sentido, no es lo mismo hablar de Colombia que hablar de una región o de una localidad en particular. Al mirar el país en su conjunto existe la tendencia a promediarlo todo y así, por ejemplo, se sabe que la economía colombiana va muy bien aunque los niños del Chocó estén amenazados de muerte por el hambre.

Es por ello que, en esta breve reflexión, intentaremos apreciar la situación de las familias de la región del Magdalena Medio y avizorar lo que ellas pueden o deben esperar con respecto a este tema para los próximos meses.

Pero antes, precisemos un poco más los términos de la crisis alimentaria que amenaza al mundo. La directora del Programa Mundial de Alimentos califica esta situación como “un tsunami silencioso” que amenaza a millones de personas en el planeta. Una de las primeras informaciones alarmantes, aparecida el mes pasado, hizo referencia a los disturbios que se presentaron en Haití, Egipto, y otros países pobres, y que fueron provocados por el encarecimiento de los alimentos. La FAO habló entonces del riesgo de que los desórdenes se reprodujeran en 37 países más. Por supuesto, en 37 países pobres.

Posteriormente, una serie de columnistas y especialistas ha iniciado el análisis de las causas del fenómeno alimentario mundial y, en general, coinciden en señalar los siguientes aspectos como los generadores de la crisis: El desvío de algunos alimentos fundamentales como el maíz, la caña de azúcar y la soya hacia la producción de agrocombustibles. El incremento de la demanda de alimentos en India y en China ya que juntos, estos dos países, constituyen casi una cuarta parte de la humanidad y solo China ha triplicado su consumo de carne en los últimos 20 años. Otra razón tiene que ver con la elevación de los costos del petróleo y con ello el encarecimiento de los fertilizantes y del transporte de alimentos. También se ha hablado de la especulación en que han entrado los mercados a raíz de las anteriores noticias y que conduce a que algunas personas, profundamente malvadas y poderosas, aprovechen la coyuntura para lucrarse. Finalmente, se hace referencia a la pérdida de algunas cosechas de cereales en Australia y en el sureste de Asia como producto del calentamiento global.

De todas estas informaciones podemos sacar tres conclusiones en limpio:

1. Con excepción de las pérdidas de cosechas referidas, no parece haber un problema de producción de alimentos. Es decir, aún no se trata de un fenómeno de incapacidad de la humanidad para hacer producir la tierra. Más bien lo que ocurre es que lo que en la tierra se produce se desvía hacia combustibles o se desvía hacia un excesivo consumo de proteína animal. Por lo tanto, no se puede hablar de una escasez mundial de alimentos sino de un encarecimiento de los mismos. De acuerdo con una nota publicada por el Tiempo, el 11 de abril del 2008, el director general de la FAO, Jacques Diouf, dijo que este año se puede alcanzar un récord de producción de alimentos, con 2.164 millones de toneladas, lo que representa un 2,6 por ciento más que el año anterior.

2. Por cuenta del encarecimiento de los alimentos, el hambre no está acechando a todo el mundo sino esencialmente a los más pobres. Es decir, el problema vuelve a ser sobretodo de acceso a alimentos por parte de las familias más vulnerables. Son ellas las que están en riesgo de padecer hambre ya que comprometen casi todo su presupuesto en la compra de alimentos. Las familias acomodadas solo deben disminuir sus gastos suntuarios pero puede decirse que en realidad su seguridad alimentaria no está amenazada. Para hacerse a una idea, el gasto en alimentos de los colombianos es cerca del 35% de sus gastos generales mientras que en los países desarrollados es del 18%. En el Magdalena Medio, el 50% de los gastos de las familias corresponde exclusivamente a gasto en alimentos.

3. Pueden presentarse hambrunas aún en medio de tierras fértiles y productivas. En efecto, los alimentos ya no son los “frutos de mi tierra”, como lo eran anteriormente, sino que ahora forman parte de cadenas productivas transnacionales. En Santander, por ejemplo, las familias consumen bocachico argentino, bagre vietnamita, arroz ecuatoriano, lenteja boliviana, etc. Por lo tanto, si por alguna razón esas enormes cadenas alimentarias se traban, la crisis alimentaria toca a la vez a millones de personas de muchos países. Y, esas familias sufrirán hambre sin importar si viven o no en tierras tan fértiles y productivas como las de Colombia y el Magdalena Medio.

En pocas palabras, quienes más expuestas se hallan a la crisis alimentaria mundial son las familias pobres de todo el mundo pues los alimentos se han convertido en mercancías que, aunque abundantes, son muy costosas y vienen de muy lejos.

En ese sentido, cabe volver a la pregunta inicial ¿Colombia está realmente blindada contra el hambre? Según puede establecerse, desde el 2006 las familias colombianas experimentan el incremento en los precios de los alimentos. Informes del DANE puntualizan que, mientras la tasa de inflación en ese año fue de 4.48%, los alimentos subieron un 5.68%, siendo el grupo de gastos más elevado de la canasta familiar. Para el 2007 el aumento en los alimentos fue del 8.51% lo cual llevó la inflación hasta un 5.69%.

¿Y qué pasa con el codiciado y rico Magdalena Medio? Fue hasta hace pocas semanas que se obtuvieron los resultados de los estudios de evaluación de la Canasta Alimentaria Básica (CAB) realizados por la Corporación Obusinga, con el apoyo del PDPMM. De acuerdo con las cifras arrojadas por estas investigaciones, en el municipio de Bolívar en el año 2002 el costo de la CAB correspondió al 75% del salario mínimo de esa época. Hoy día la CAB subió hasta el 98% del salario mínimo vigente. En El Carmen de Chucurí, la cifra ascendió de un 70% en el 2003 a un 76% en el 2007. Por supuesto, el hambre y la inseguridad alimentaria no se han hecho esperar en estos territorios campesinos. Mientras que en el 2002 el 37% de las familias bolivarenses se encontraban en situación de hambre crónica, para finales del año 2007 la cifra se elevó hasta el 56%.

En conclusión, es posible que haya una Colombia blindada contra la crisis pero, sin duda, los colombianos y colombianas que habitan el Magdalena Medio no hacen parte de esa Colombia. Es más, el tsunami silencioso ya está llegando hasta sus hogares.

Cinismo o ignorancia, no lo sabremos nunca pero, por decir lo menos, resulta siniestro no solo afirmar que Colombia está blindada sino que la crisis es una gran oportunidad para que el país produzca alimentos y se llene de dinero con la venta de los mismos en el mercado mundial.

Nuevamente, ¿de qué Colombia estamos hablando? Y, exactamente, ¿Para quién se constituye en una gran oportunidad esta crisis alimentaria? Es de temer que se trate de una oportunidad exclusivamente para un puñado de terratenientes y de empresarios que están articulados a las cadenas alimentarias mundiales. Pero, por ahora, no es una oportunidad para los campesinos que, con enormes dificultades, intentan sacar los productos de las pocas parcelas que les han dejado para que, posteriormente, se los devoren los intermediarios en los mercados injustos que pululan en el país.

En realidad, la otra Colombia, esa que está bajo la línea de pobreza, esa que se encuentra en inseguridad alimentaria y hambre crónica (58% de la población campesina según estudios del mismo gobierno), está profundamente amenazada por esta crisis. Ya no solo el hambre crónica atenta contra ella sino que el hambre aguda, la temida hambruna, acecha a millones de colombianos.

Lo que responsablemente debería hacerse no es mirar el mercado internacional con ojos codiciosos, con hambre de dinero. Resulta inicuo y vergonzoso plantear oportunidades de negocios alimentarios en el exterior cuando a nivel doméstico tenemos a nuestra población en alto riesgo de hambre. Quienes están en cabeza de las instituciones públicas deben pensar como gobernantes y no como gerentes o negociantes. Lo que se debe hacer es apuntalar todos los mecanismos públicos disponibles para proteger a nuestra población del hambre. Y, en ese sentido, es preciso realizar tres acciones inmediatas:

1.Implementar un plan de contingencia que nos permita identificar a las familias vulnerables y mejorar su acceso a alimentos. Al menos durante dos años este tipo de mecanismo de subsidio alimentario puede ser necesario mientras estas familias encuentran alguna forma básica de seguridad alimentaria.

2. De manera inmediata se debe desarrollar un plan estratégico de producción y mercadeo local de alimentos básicos. Es preciso disponer de una lista estratégica de alimentos (los alimentos básicos) y emprender el cultivo y producción de los mismos, de manera subsidiada. El estado debe gestionar la tierra y los insumos necesarios para crear plantaciones de alimentos básicos. Igualmente, debe asegurar las redes de distribución y comercialización local y regional de los mismos. De ese modo, estaremos preparados para los duros momentos que, según se puede prever, vivirá la humanidad en los próximos cinco años.

3. Finalmente, se debe formular e implementar un plan nacional de autosuficiencia en alimentos básicos. Bruno Parmentier, director de la Escuela Superior de Agricultura de Angers de Francia, afirma, con plena razón, que “esta crisis nos permite ver muy bien que los comerciantes son totalmente incapaces de resolver el problema del hambre en el mundo. Creer que comerciantes van a llevar a pueblos, que están en el fin del mundo, productos agrícolas que pesan mucho, que se pudren fácilmente, para darlos a personas que no tienen dinero, es un fraude intelectual”. Es preciso, privilegiar el desarrollo de la pequeña agricultura alimentaria. Son nuestros campesinos y campesinas mini y microfundistas quienes, adecuadamente orientados y asesorados, pueden desarrollar las bases de un sistema agroalimentario autónomo como fundamento de la seguridad y soberanía alimentarias de los colombianos y colombianas.

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